Por: Atilio Alberto Peralta Merino
El desacoplamiento del dólar al oro como había sido establecido en la conferencia de Bretton Woods y el gasto militar en Vietnam, generaron toda una década de inflación, hace 40 años, el comité de mercados abiertos de la reserva federal elevaría la tasa referencial hasta el un veinte por ciento para contrarrestar tal herencia de la guerra en Asia.
La política monetaria instrumentada por Paul Volcker trajo aparejado el encarecimiento de la deuda mexicana y el desplome en el precio de las materias primas exportadas por nuestro país, el petróleo en primer término, situación ante la cual José López Portillo hizo frente nacionalizando el servicio público de banca y crédito.
Las reformas adoptadas por la administración subsiguiente, determinaron que, dicho servicio, siendo prestado en exclusiva por el estado, no constituiría pese a ello una de las actividades estratégicas del estado y por ende no correría a cargo de organismos públicos descentralizados como lo había previsto uno de los decretos expedidos por López Portillo, el del 6 de septiembre de 1982, sino por una nueva especia de “empresa de participación estatal mayoritaria” denominadas al efecto “sociedades nacionales de crédito”.
Loa títulos de participación minoritaria circunscritos al equivalente de un 1% por tenedor, no superarían el 33% del capital social de las instituciones de crédito, y no otorgaban a sus tenedores derechos de consecución consistentes en la deliberación y gobierno de las mismas; no obstante, erigieron a sus tenedores en agentes de enorme influencia social, la cual se desplegaría a plenitud con en el surgimiento de la denominada banca paralela a través de auge de los intermediarios financieros no bancarios : uniones de crédito, arrendadoras financieras, almacenes de depósito y casas de cambio y ni que decir de los intermediaron bursátiles que marcaron toda una época hasta que aflorara en el escenario el “Cisne Negro” del que nos habla Nassim Taleb, al desplomarse a niveles históricos el índice Dow Jones de la Bolsa de Valores de Nueva York, la célebre NYCE, el trágico martes 19 de octubre de 1987.
La coincidencia en el tiempo de la “Guerra de Nicaragua” y del operativo clandestino de la CIA y los oficiales del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca al que la prensa terminó denominando “caso Irán-Contras”, contaminó con exceso de liquidez a la denominada banca paralela tal y como a nivel planetario llevaría al quebranto en la época al Banco de Crédito y Comercio Internacional (BCCI).
Lo anterior pese a que la banca nacionalizada traería consigo la consolidación de la Banca Múltiple propio de los sistemas financieros trasalpinos, dejando atrás la banca especializada heredada de la ley de José Ives Limantour de 1897, y emblematizada tras la Gran Depresión en la célebre enmienda Glass-Steagall; de manera por demás similar a como la privatización de las instituciones ejecutada tras la reforma del 2 de mayo de 1990, llevó el sistema financiero hacía la implementación de la “banca universal” por medio del cual una sola institución prestaría no sólo todos los servicios bancarios de manera integral, sino todos los servicios financieros y bursátiles.
La denominada “Banca Universal”, curiosamente, no impediría el surgimiento de instituciones del todo desreguladas como sofoles y sofomes que quedarían heridas de muerte con el desplome del crédito hipotecario implementados durante los años de la “pancracia” a instancia del denominado “rally monetario”, derivado de las tasas en cero de la banca central nipona tras el desplome del índice Nikkei decretada con motivo del terremoto de Kobe.
En los días que corren, “un fantasma recorre no tan sólo a Europa”, y es el fantasma de la recesión y de la inflación que ha llevado a la reserva federal a aumentar de manera manifiesta las tasas bancarias referenciales, y, por su cuenta, en nuestro país se deja entrever una clara debilidad de los intermediarios financieros no bancarios ante el aumento de dichas tasas en el mercado nacional, así como ante el aumento destacado en la moratoria de los acreditados en sus respectivas carteras.
El gran clásico del pensamiento que por supuesto no es ni Luis Pazos, ni Claudio X, ni Santos de Hoyos, ni Marko Cortés, ni el Felipín, señalaba que “la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa”, en medio de la guerra en Ucrania y de la inflación en los Estados Unidos octubre se acerca , el mes en que cierra el ejercicio fiscal en los Estados Unidos y que, por ende, suela acompañar al menos desde el jueves 25 de octubre de 1929 las noticias de los desplomes financieros, mes en el que acaso podría surgir en escena nuevamente un “Cisne Negro”, situación ante lo que, a todas luces, lo sucedido el 1° de septiembre de 1982, hace ya cuarenta años, podría muy bien servirnos de guía.
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