Por Tonatiuh Valenzuela Blanco
Las estrellas blancas no se mezclan con la oscuridad oscura del universo.
Erik Tanghe
De tantos colores que pudiste haber sido, negro fuiste, así es como te apreciamos, así es como creemos que eres, tu realidad es un misterio, sabemos que te expandes, que te pueblan astros que nos brindan luz, sin embargo, esa luz no alcanza a llenar el vacío que cubre tu infinita oscuridad.
Yo te oigo por las noches, me susurras antes de dormir, porque estás lleno de todo lo que existe, no eres una persona, pero estás vivo, existes en el cantar de los grillos, en el silencio de la noche, en la majestuosidad de tus creaciones, dándole magnificencia a nuestra existencia.
Una sola versión existe de ti, los seres vivos coexistimos en tus neuronas, comprender todos tus misterios aún no es posible, somos como niños auto-descubriéndonos y tú el padre que nos enseñas y nos cuidas. Gracias universo, inmenso eres y en tu cuerpo nos albergas.
Nos brindas espacio para vivir y los recursos necesarios, así que no debemos exigirte nada más, solamente quiero conocerte mejor, ser parte de ti, armonizar contigo. El hombre siempre insaciable desea llenar su propio vacío y quiere más.
La oscuridad que percibimos es un reflejo de lo que podría ser nuestro futuro como seres humanos, si no recapacitamos, podríamos tener un lúgubre final. La luz también es parte de la humanidad, aunque sea una pequeña porción del cosmos. Entre tus estrellas y nosotros debe haber un equilibrio de contrastes entre luz y oscuridad, el ying y el yang.