Teresa Vázquez Mata. La mujer del carrito

 

Teresa Vázquez Mata. Convirtiendo en historia todo cuanto la rodea, Tere, construye nuevos mundos. Poniéndole color y energía al verbo, descubre los conflictos existenciales del ser humano y nos invita a reflexionar. Con sobrado talento, le ha dado valor a la narrativa contemporánea, regalándonos el México de su mirada o su sentir.

Bajo la tutoría del maestro Miguel Barroso Hernández, destaca en el Taller de Escritura Creativa Miró. Y es que a Tere, escribir, se le ha vuelto una pasión a la que no quiere renunciar.

 

La mujer del carrito

 

Voy rumbo al trabajo y ella cruza la calle, aprovechando el verde de su semáforo. Pasa frente a mi coche arrastrando su vehículo de tracción humana. Pudiera estar entrada en los cincuenta pero, ocasionalmente, sorprenden esas personas que muestran más edad de la cronológica, debido al tipo de vida que han llevado. En realidad, no me impresionaría si un día conversáramos y dijera que «ya es una vieja»,  que «está por cumplir cuarenta».

 

Con abundante cabellera, teñida de rojo y recogida como cola de caballo, siempre luciendo un adorno: cada vez que coincidimos, a pesar del probable sudor que implica arrastrar un carrito -indudablemente, nada ligero- la noto perfectamente maquillada y vestida muy a la moda.

El vehículo, de manufactura casera, combina el cuadro de una bicicleta, únicamente, con la rueda trasera y, adelante, una gran estructura metálica, a manera de caja, sostenida sobre dos llantas. Dentro, lleva lo que yo decidí llamar “modus vivendi» y detenida en la luz roja, tengo un minuto más para analizarla.

 

Apenas comienza la mañana y ya parece haber terminado su jornada de trabajo. Estoy segura, porque junto a un anafre, dos termos grandes y algunos banquitos apilados, dentro del carromato: lleva varias cajas de cartón en las que ya no veo alimento alguno. O, tal vez, va por más insumos. No puede sentarse a descansar. Aún debe dar de comer a los obreros en las fábricas que, por esta zona, trabajan 24 horas.

Obstinada, aprieta la boca denotando gran esfuerzo y recarga todo el peso del cuerpo en un pedal y luego en el otro; solo así logra que su transporte avance. Yo, con los dos primeros pedalazos ya hubiera renunciado. Sin embargo, ella sonríe al señor que, luego de tocar el claxon, se asoma y grita porque el semáforo ya cambió a verde.

 

… Lucha por algo o alguien. Y aunque haya madrugado, no luce desaliñada. Me impacta, en verdad, su arreglo personal: llamativo, exagerado, pero impecable.

Si un día llegaran a cruzarse nuestras miradas, para nada reparará en mí como yo en ella.  Nunca imaginará que esta otra mujer, atrás del volante, que ni siquiera la boca se pintó: es su fan.