La reciente visita de Andrés Manuel López Obrador a Estados Unidos trajo la esperanza de que, al menos en el corto plazo, el vecino del norte otorgue visas de trabajo temporales a trabajadores mexicanos y que, en una dimensión más pretensiosa, pero también mucho más lejana, se consiga la regularización de los paisanos que viven desde hace muchos años allá.
Como sabemos, el estado de Puebla se beneficiaría de manera muy importante de las dos posibilidades. Millones de familias, sí millones, dependen y tienen familiares del otro lado de la frontera.
En dicho encuentro, entre las cinco propuestas centrales que el presidente mexicano planteó a Joe Biden en la Casa Blanca, la migratoria es la mejor, la más congruente y la más urgente. López Obrador propuso ordenar el flujo migratorio, lo que pueda permitir la llegada a la Unión Americana de obreros, técnicos y profesionales de distintas disciplinas. Que se les otorguen visas temporales de trabajo.
De ese modo, dijo el tabasqueño, se asegurará que no se paralice la economía por falta de mano de obra. Además de que se les darán opciones seguras de traslado.
De igual forma, se propuso que se regularice a millones de migrantes que desde hace varios años “trabajan honradamente en Estados Unidos”.
Ese último punto, sin embargo, se ve lejano, parece una utopía. Los políticos y las autoridades estadounidenses se rigen por los tiempos electorales de cada cuatro años. Cada decisión se realiza con base en los procesos comiciales.
Ni los demócratas ni los republicanos se atreven a tratar de fondo el fenómeno migratorio. No es redituable en las urnas la propuesta de una reforma integral en la materia. Por eso han pasado ya 36 años desde la última.
Fue en ya lejano 1986 y se le llamó Amnistía Reagan, por el presidente de entonces Ronald Reagan, quien por cierto era republicano.
Para México es vital una reforma migratoria. Se calcula que hay al menos 13 millones de paisanos en Estados Unidos, de primera generación de migrantes. Muchos están indocumentados.
De los poblanos, se estima que allá viven 2.3 millones en toda la Unión Americana. De acuerdo con el consulado General de México en Nueva York, hay 960 mil en la zona triestatal de NY, Connecticut y Nueva Jersey. No por nada ya desde hace varios años a esa zona de Estados Unidos se le llama también “Puebla York”.
Son muy pocos los que alcanzaron la Amnistía Reagan de 1986 y hoy son ciudadanos binacionales.
Se calcula que no superan los 200 mil.
Los hijos de ellos, en su mayoría, son ya ciudadanos estadounidenses, por haber nacido allá.
Pero también hay, se calcula, un grupo de al menos 50 mil poblanos que no son “ni de aquí, ni de allá”.
Son personas que hoy están entre los 30 y 40 años de edad, que llegaron siendo niños y bebés, y que no son reconocidos como ciudadanos americanos. Tampoco tienen papeles y viven en la ilegalidad.
Ese es un grave problema, porque son indocumentados en el único hogar que conocen, en el único país en el que han vivido.
Son mexicanos oficialmente, pero muchos ni siquiera conocen su tierra originaria, pues no pueden salir, por el miedo a que les nieguen su reingreso.
Esos, conocidos como dreamers, se beneficiaron de algunas bondades del programa DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia) de Barack Obama, que les permitió, como viajar al extranjero y hacer estudios u obtener trabajos bien remunerados.
Ellos y al menos un total de un millón de poblanos, que tienen más de 5 años viviendo en EU, se beneficiarían de una reforma migratoria integral.
Una que aún se ve lejos.
Pero sobre la que nunca se ha perdido la esperanza.