Victor De Regil
Morena está a punto de entrar a una batalla campal interna. Sin liderazgos visibles que puedan conseguir la cohesión de su militancia, se alista a vivir en septiembre una elección de su dirigencia estatal con sabor a guerra. Se prevé que estará entorpecida por los intereses de grupo, la división y el extravío institucional, luego de cuatro años sin una presidencia formal.
No es un tema menor, pues el que sea nombrado como dirigente, llevará mano en la selección de candidatos para el proceso electoral de 2024, donde se renuevan la presidencia de México, el gobierno del Estado, los 217 municipios incluida la capital, la cámara local de diputados, la federal y el Senado de la República.
La batalla de las tribus, como en el viejo PRD, anuncia una contienda llena de descalificaciones, impugnaciones y desencuentros. Seguramente terminará, como todo en Morena, en los tribunales electorales.
Esta combinación podría menguar, aunque no definitivamente, la fuerza del lopezobradorismo poblano.
No se equivocan quienes ven a los morenistas poblanos como una horda de oportunistas. No tiene vida institucional como partido. Carece de disciplina. Está plagada de líderes pequeños, sin fuerza realmente estatal y sin capacidades para generar unidad.
Recordemos el anuncio que hizo el gobernador Miguel Barbosa Huerta, de que el delegado en funciones de presidente, un tal Aristóteles Belmont, pronto se irá para no regresar, dio un simbólico banderazo de salida para competir por el Comité Ejecutivo Estatal (CEE).
De paso hay que decir que Belmont no dirige ni coordina sus ideas. Es un político sin sustancia. Sin conocimiento del contexto poblano. Ni el histórico ni el inmediato. Además, es soberbio y sectario. Nadie lo va a extrañar.
Por su parte, el proceso estatutario marca que se deberán realizar 15 asambleas, una por cada distrito electoral federal, para elegir a los miembros del Consejo Estatal.
La convocatoria ya ha sido también anunciada para este proceso, que terminará con la renovación de la dirigencia en septiembre.
El presidente del Congreso local, Sergio Salomón Céspedes Peregrina, ha planteado la posibilidad de una consulta a la militancia para elegir a los integrantes del CEE.
Muchos grupos estaban agazapados en espera de esos llamados.
El de la ex presidenta municipal capitalina, la impresentable Claudia Rivera Vivanco, que ve en esa oportunidad su única vía a la resucitación política.
El clan del senador Alejandro Armenta, que está integrado más por ex priistas que por morenistas fundadores.
El grupo del diputado federal Ignacio Mier Velazco, que es muy reducido y que, con los problemas que atraviesa el también dueño en 35 por ciento del diario Cambio, prácticamente ha quedado en cenizas.
Están también los morenistas puros. Aquellos que en su esencia y naturaleza son desorganizados, tercos y radicales. Además de que, en realidad, no tienen figuras para postular para esta contienda interna.
Por supuesto mucho tendrá que decir el gobernador. Junto con él, los representantes del barbosismo.
En Morena todos quieren la dirigencia, porque desde ésta se definirán las candidaturas a 2024.
Con seguridad en los 217 municipios y las 41 curules del Congreso del Estado.
La candidatura a la gubernatura, las diputaciones federales y las senadurías, por supuesto que pasan inexorablemente por las definiciones del Comité Ejecutivo Nacional (CEN).
Además de definir qué grupo tendrá el partido, Morena y los morenistas poblanos enfrentan el reto de convertirse por fin en un partido eficiente.
No hay garantía de que la fuerza de Andrés Manuel López Obrador, ya sin aparecer en las boletas en 2024, les alcance para triunfos.
La contienda prácticamente ya empezó. Una guerra de guerrillitas.