José Antonio López Sosa
Luego de la justa electoral en 6 entidades del país, después que se dieran a conocer los resultados oficiales y se supiera que MORENA ganó 4 y la oposición 2 gubernaturas, en ambos bandos hay una declaratoria de triunfo, es decir, de acuerdo a la lógica partidista nadie perdió, todos resultaron ganadores.
Discursos triunfalistas, descalificaciones a los adversarios, promesas de triunfo para 2024, de todo se ha escuchado y leído en esta última semana, cuando me parece que quien triunfó verdaderamente fue la democracia porque en cada entidad, la gente pudo decidir a través de su voto al gobierno que le sucederá en términos estatales.
MORENA no ganó en términos generales, de acuerdo a sus expectativas ganarían las seis entidades y solo obtuvieron cuatro, lo que significa que su nivel de votación decreció de 2018 a la fecha. A pesar que insistan en que ganaron, de acuerdo a sus propias previsiones no fue así.
Los partidos de oposición no ganaron tampoco en términos generales, obtener dos de seis gubernaturas no es un resultado positivo, les mostró que su triunfo es coyuntural por el mal ejercicio de MORENA, más no porque existan cuadros en sus partidos que representen nuevos y auténticos liderazgos.
Por donde lo quieran ver, ninguno de los actores político electorales obtuvo los resultados que esperaban.
Evidentemente hay coyunturas como en Hidalgo o Quintana Roo, donde parecía imposible hace 6 años que la izquierda ganara más allá de algunas alcadías o diputaciones locales, o en Aguascalientes, donde MORENA creía que ganaría sin problemas y no fue así.
Lo positivo es que, hasta el momento –y esperemos que así siga en el futuro—el voto ciudadano sigue decidiendo quién gana y quién pierde—aun cuando confundan gobiernos autoritarios con dictaduras, en México seguimos viviendo una democracia, por lo menos en el ascenso al poder. Ahora nuestra responsabilidad ciudadana es preservar la autoridad electoral y mejorarla, lejos de destruirla o acotarla.