En Mérida Yucatán
Corea Torres. Poeta, escritor, crítico literario y mediador de lectura. Fue editor y colaborador de la sección de Crítica, de la revista virtual www.caratula.net Es Mediador de la Sala de Lectura Germán List Arzubide. Asesor independiente de proyectos literarios. Fue autor de la columna Libros de la revista semanal MOMENTO, Puebla (1997- 2015). Ha publicado: Ámbar: Espejo del instante (Poesía 2020. Colectivo de tres poetas. Puebla. Ed. 7 días; con el poemario aleteos de un funámbulo). Goyenario Azul (Narrativa, 2015, Managua, Nicaragua). Los guajolotes de donde La Güera, cuento antologado en el libro Puebla directo (Ayuntamiento de Puebla y BUAP, 2010). ahora que ha llovido (Poesía, 2009. Centro Nicaragüense de Escritores CNE y Asociación Noruega de Escritores ANE. Premio de publicación). Miscelánea erótica (Poesía colectiva 2007, BUAP). Ha publicado poesía, cuento y ensayo en revistas y diarios de Puebla y Managua. Ha impartido talleres de Creación Literaria: Poesía y narrativa, en la Casa del Escritor, en la Casa de Cultura de Puebla, en el BINE, en la Escuela de Economía BUAP; en la SOGEM, Capítulo Puebla.
convoio
Don Francisco Cervantes
poeta de Querétaro y de Lisboa
Se hace viejo,
y cuando se hace viejo
la bilis tórnase oscura.
Infancia, pasos, mirada:
carteles colgando de una pared descarapelada,
cayéndose
porque el pegamento
se les ha secado.
Hoy no le cuesta nada recordar.
Lo de antier y antes de antier
es presente,
y el presente un limbo
donde se camina bajo
un techo colmado de ojos.
Necio, el día amarillea
-cuento de nunca terminar-
remacha las cuentas pendientes.
Sin originalidad, sin gracia,
lo sienta, adensado en el cuadro brillante del patio,
donde la silla
también desvencijada como sus huesos,
sí los huesos,
se rejuntan a tomar el sol.
No es que tenga la mirada perdida
sino tras el tul de la distancia,
desde ahí
observa el mundo tembloroso,
vinho verde, fados, las risas en el bar,
aparecen y se esfuman repetidamente,
el calor de la mano quinceañera
que se apareó con la suya
permanece un poco más,
llega a disolverse
por la fornicación
con un cuerpo plegado al vicio del uso.
Su noche
mar tenebroso,
diablos aguijoneando el sueño
uñas duras, nicotinadas, cárcel,
alarido y queja que se fugan,
pero los pasillos, la recámara, el baño
están mudos, no sonríen
como cuando, sin pedirlo,
lo abrumaban con reclamos.
Hasta el deseo de recordar las infidelidades ha perdido.
Para ese viejo no existe playa
a descubrir.
Quisiera apagarse, dormitar,
dejarse llevar por el barco
figura del insomnio.
Desandar,
Desoler el orín impregnado al pantalón,
Expeler de una vez por todas
el esputo apelmazado en el gaznate.
Tender al viento sus pellejos.
Lastre.
Hubo una vez
tocando a su puerta, las ofrecidas.
Hubo una vez que su cuerpo, en la estulticia
era estandarte de batallas,
bestia para cabalgar:
acometía, acometía, tomaba las plazas,
partía el corazón de los castillos,
desvanecía puertas en los asaltos,
quebró la piedra, abrió paredes
ante el huir de las palomas en las almenas.
Un viento vagabundo
con estrías en la faz
reconviene con su cansancio las estaciones.
Volverse es castigo.
Al pecho una medalla cuelga
adversidad de juglaría,
ancla,
figuración de permanencia,
sosiego del río que lo quiso escuchar.
Corea Torres.
Lisboa. agosto 03,
Puebla, Pue. México.
febrero 05. c/P.S. mayo 05, mayo 08.
Libro ahora que ha llovido