Victor de Regil
El periodista y director del Diario Cambio, Arturo Rueda, vive hoy un proceso judicial que nunca esperó y al que lo llevaron sus excesos, su soberbia y sus delincuenciales abusos. Hoy está tras las rejas, además, por su presunta actividad ilícita de extorsión y se sumarán otros presuntos delitos que tienen que ver con su actividad empresarial y en los que también aparece mencionado su socio, el diputado de Morena Ignacio Mier. Arturo N. no es un periodista encarcelado porque los procesos que se le imputan no tienen que ver con la libertad de expresión, ni con el ejercicio de informar.
Rueda en Puebla, desde hace por lo menos cinco lustros, se ha dedicado a desprestigiar el noble oficio del periodismo y a ofender/calumniar a todos los agentes de la vida pública.
Desde la burla pueril e insensata hasta la difamación más elemental con involucramientos criminales, a todos ha tocado.
Recordemos como ofendió a mujeres asesinadas, desaparecidas, a sus familias, a políticos con o sin poder, a funcionarios, a ciudadanos de a pie, a pobres y a ricos, a perversos y honestos. Se erigió como “administrador de reputaciones” por un par de tlacoyos y en el pecado llevó la penitencia.
Mientras en la exclusiva zona de Polanco, en la Ciudad de México, intentaba sin éxito, eludir su orden de aprehensión, todavía a través de redes sociales lucró con el lamentable asesinato de la activista Cecilia Monzón.
Fue sin respeto al duelo, a su memoria y a su familia, con tal de pretender salvar su pellejo en medio de la confusión y la indignación, fue capaz de vincular ese crimen a su caso, favoreciéndose en la narrativa.
Desesperado, antes de su cantado arresto, quiso buscar enlodar con la ejecución a personajes que, como el diputado Jorge Estefan Chidiac, fueron, hace cuatro años, denunciados al calor electoral por Monzón.
La última acción vergonzosa de quien siempre se ha caracterizado por los excesos que llevan tintes escatológicos, y que avergüenzan hasta al más humilde de sus empleados o compañeros de trabajo.
Por supuesto solamente generó mayor indignación. Se exhibió todavía más. La verdad es que hoy, está detenido por extorsión.
Por cierto, un delito que no admite caución por su gravedad. En las investigaciones se han configurado más posibles delitos. Los presuntos ilícitos y los pecados de Rueda ocurrieron, prácticamente, desde su aparición en la vida pública poblana.
Recordemos como de simple articulista pasó a dirigir un periódico, es decir, igual que si se pone a un niño al frente de una universidad. Y se volvió loco.
De la noche a la mañana ascendió a empresario de medios y como tal acumuló jugosos bienes de manera súbita.
El edificio del diario que decía dirigir es muestra de su abundante patrimonio personal. Sobre eso vendrán pronto anuncios contundentes.
Lo mismo de otros bienes inmuebles que acumuló gracias a generosos favores de importantes operadores del morenovallismo.
Esa acumulación de propiedades también fue en sociedad con el poblano Ignacio Mier Velazco, coordinador de los diputados federales de Morena, quien está señalado junto con él en la investigación de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) por lavado, operaciones con recursos de procedencia ilícita y evasión fiscal.
Rueda utilizó al periodismo como nave de negocios y para ello no tuvo escrúpulo alguno. Se hacía pasar como “crítico del poder”, pero nada más alejado de eso. Chantajeó, amenazó, rompió, se reconcilió, traicionó al poder a conveniencia. En épocas electorales o cuando se quedó sin salidas, pactó.
Todo siempre con el visto bueno de Ignacio Mier, aunque él hoy se llame ofensa y diga que no sabía, que no vio nada, que nunca supo nada…
Mier, beneficiario total y absoluto de los retorcidos acuerdos de su “amigo”.
El difunto Rafael Moreno Valle, por ejemplo, protegió a Rueda y gracias a él no acabó en la cárcel por el caso Estefan Chidiac.
Sin embargo, con el paso del tiempo, el abogado egresado de la Libre de Derecho de Puebla rompió esa liga y se encontró la horma de su zapato.
Hoy de verdad da lástima ver cómo todos festejan su ruina. Cómo nadie lo aprecia. Cómo nadie sale en su defensa. Nadie lo respeta, nadie lo admira, nadie lo va a extrañar, por tantos odios y tantos agravios que sembró.