Gabriel Sánchez Andraca
En el Estado de Puebla, como en todo el país, hacen falta políticos capaces, con experiencia, con oficio y con sensibilidad política y social, que tengan convicciones y voluntad para levantar al partido al que pertenezcan, porque todos están en la lona.
Los partidos tradicionales: PRI, PAN y PRD, que representaban tres corrientes políticas perfectamente diferenciadas: la liberal, la conservadora y la de izquierda, ya no representan nada ideológicamente hablando. Han formado una absurda alianza que lo único que ha logrado ha sido perder su identidad y perder a miles de militantes descontentos precisamente por esa ilógica alianza electoral y por el triste papel que ha venido haciendo la alianza “Vamos por México” con posturas políticas y con declaraciones que solo los ponen en ridículo.
Por otro lado, “Morena”, el partido en el poder, que en el 2018 obtuvo la votación más alta de la historia en nuestro país, no atina como trabajar para convertirse en un auténtico partido político.
Ya tiene más de tres años en el poder y todavía carece de estructura y lógicamente de organización. No hay una línea ideológica común en todos sus militantes que proceden del PRI, del PAN y del PRD. Se han quedado en el “No robar, No mentir y no traicionar al pueblo”. Sigue siendo una fuerte organización política porque tiene un líder muy carismático que ha iniciado el desmantelamiento de los gobiernos neoliberales, que tantos males dejaron en el país.
Desmantelar un gobierno corrupto e ineficiente, no es cosa fácil: es un trabajo que llevaría por lo menos tres sexenios.
¿Cómo se recibió al país al entrar Morena al poder? Con más de 50 millones de pobres; con una situación de inseguridad y de elevada criminalidad, como no se había visto en la época post-revolucionaria.
Había complicidad de funcionarios corruptos, con hombres de empresa, con gentes del crimen organizado. Había incrustados en las altas esferas del gobierno, cómplices de los cárteles más peligrosos del país. México estaba en crisis económica, política y social. Tenía o mejor dicho tiene una deuda, dejada por los gobiernos neoliberales elevadísima, que rebasa los tres billones de dólares; se estaba entregando al capital extranjero el petróleo y la electricidad y casi toda la minería estaba ya en manos de extranjeros quienes se les había concesionado una gran parte del territorio nacional su explotación.
La derrota del 18 vino a poner en evidencia la debilidad de los partidos en un país que tiene como base de su gobierno, el partidismo político.
Sin partidos fuertes, bien organizados, bien estructurados y en crecimiento constante, con militantes capacitados, nacionalistas sean de la ideología que sean, pero con oficio político y con sensibilidad social, el país siempre estará en problemas y podría regresar al autoritarismo del partido único.