Gabriel Sánchez Andraca
Seguramente se enteró de la visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a Puebla, el sábado 26 de este mes. Estuvo en casa Aguayo con el gobernador Miguel Barbosa Huerta y altos funcionarios federales y estatales y nada más. No hubo prensa y fuera lo esperaban algunas personas con el fin de saludarlo o plantearle algún problema.
Fue una visita austera, sencilla, para tratar asuntos relativos a los planes de desarrollos que se llevan a cabo en la entidad poblana.
El gobernador le hizo entrega de un documento de 1861, un año antes de la batalla de los fuertes de Loreto y Guadalupe, firmado por don Benito Juárez, presidente en aquélla época, y por el general Ignacio Zaragoza, titular de la Defensa. Ese documento pasará a formar parte de la sala Benito Juárez en Los Pinos, antigua residencia presidencial.
Esta visita sencilla y austera, como decimos líneas arriba, nos hizo recordar los tiempos de la “Presidencia Imperial”, cuando los presidentes de México, eran semidioses. De esto todos deben recordarlo, porque dejaron de serlo en fechas recientes.
Desde antes de la visita se publicitaba en todos los medios en forma apabullante, el día y la hora en que esta se daría.
Cuando llegaba el “gran día”, todos los escolares tenían que estar horas antes en su escuela, principalmente los del Centro Escolar Niños Héroes de Chapultepec; las centrales obreras movilizaban contingentes para formar la valla y los campesinos acarreados de diversas partes del estado, llegaban desde temprana hora a esta capital.
Soldados del Ejército Mexicano y contingentes policiacos eran ubicados en lugares estratégicos para vigilar a lo largo del recorrido.
LA PUNTUALIDAD NO ERA EL FUERTE DE LOS políticos de entonces y menos del Presidente. Hubo veces en que la espera fue de horas. Los niños y jovencitos de las secundarias, se aburrían y empezaban a relajar un poco la solemnidad del acto.
Por fin llegaba el esperado “Tlatoani” y como tocados por una varita mágica, todos los que estaban aburridos, estallaban en aplausos y vivas. De los balcones de los edificios del centro caían multitud de papelitos de colores y se lanzaban globos al aire; las bandas de guerra escolares, tocaban el tres de diana y todo se volvía una fiesta.
Maestros y alumnos de las escuelas, líderes y obreros movilizados, lo mismo que campesinos, acababan cansados, con sueño, pues todos se habían levantado muy temprano para estar a tiempo de tomar su lugar en la valla, aunque ya sabían que iban a llegar mucho antes que “nuestro gran Presidente”.
Vimos recepciones a López Mateos, a Díaz Ordaz, a Luis Echeverría, a López Portillo. Miguel de la Madrid vino poco y con él la fiesta empezó a menguar.
El que recibía las más entusiastas aclamaciones, de todos los mencionados, era sin duda Adolfo López Mateos, que tenía un carisma especial, le caía bien a todo mundo y las multitudes, sobre todo la del 5 de mayo de 1962, fiesta del centenario de la batalla de Loreto y Guadalupe, fue la más concurrida, pues vinieron ese día decenas de miles de “chilangos” y de otras partes del país a la celebración.
Fue cuando se inauguró la autopista, el Centro Cívico 5 de Mayo del que formó parte el auditorio en el que se realizaron conciertos de sinfónicas internacionales y nacionales, festivales folklóricos, se rindieron informes gubernamentales, se presentaron grupos de danza clásica, principalmente de la Unión Soviética y que se dejó abandonado hasta hace poco en que fue reparado, aunque casi está en desuso.
LA RECTORA DE LA BUAP, LA PRIMERA MUJER QUE OCUPA la rectoría de la más importante institución superior oficial de la entidad, la doctora Lilia Cedillo Ramírez, estuvo de gira por Tecamachalco y Tepeaca, donde la institución tiene importantes campus: en Tecamachalco está la Escuela de Veterinaria, que en opinión de la rectora ha alcanzó madurez e importancia, donde entregó obras como una caseta de vigilancia y un autobús para el traslado de catedráticos y alumnos a realizar sus prácticas.
Dijo que con ello se da mayor seguridad a los estudiantes ya sus familiares.
Ahí mismo anunció la creación del centro de atención psicológica, para tratar a los estudiantes con problemas de ese tipo, esto funcionará en Ciudad Universitaria. En la Escuela de Veterinaria habrá un albergue para cincuenta perros y gastos, que servirán de apoyo a los tratamientos psicológicos, pues está comprobado que en muchos casos una mascota contribuye al alivio de problemas que muchas personas sufren por estres, soledad, depresión etc.
En Tepeaca, donde se imparten licenciaturas de Arquitectura, Negocios Internacionales y Administración, así como Dirección y Administración de Pequeñas y Medianas Empresas.
Como ve, la BUAP está vinculándose cada día más, con las necesidades y los problemas de la población en general. La rectora, a quien acompañan altos funcionarios de la BUAP en estas visitas, muestra un interés especial en que la institución formadora de profesionales de todo tipo, responda a los grupos sociales más necesitados de la población.
DESDE EL INICIO DE LA PANDEMIA DE COVID, han fallecido numerosos periodistas y gente conocida de todas las clases sociales.
En el gremio periodístico poblano, varios compañeros han muerto no precisamente todos de coronavirus, pero seguramente que la pandemia ha influido en muchos de esos fallecimientos.
La semana pasada murió en la ciudad de San Martín Texmelucan, donde residía, Jerónimo Morales, que fue reportero del Sol de Puebla durante un buen tiempo y durante el gobierno del licenciado Mariano Piña Olaya, ocupó la jefatura de la oficina de Información.
Enviamos nuestro sentido pésame a sus familiares, entre ellos a su hijo Fortino, también periodista amigo nuestro.