Para mi esposa América
Renacer
Anochece en playa silenciosa…
calles, callejones, pasadizos
desembocan en nada.
Muere el tiempo inextinguible;
un pájaro se posa en tu mano.
Fluyen ineluctables tardes rotas.
Nada me sostiene,
viene la caída, antes del vértigo.
Consumado minuto; mi alma se levanta
convertida en levadura de tu ser
que despuebla incertidumbres.
Tus aguas me bautizan…
Afloran en tu pecho
trozos de cielo.
Lívido asombro del pan,
certidumbre de ser…
¡Nuevo hombre!…
Alcanzo tu cielo, al lucero vigilante,
las espumas de tus ríos,
tus llanuras minerales.
Sorbo la esencia de tu piel…
Reverbera, colma mi sed.
Cual golpe lapidario
derruyo muros, sirtes, abrojos,
noches vanas;
descorro el azul cobalto desangrado y
yazgo a tus pies, en tu corazón insomne.
La dicha oculta aniquila colinas.
Columna me sostiene en el manantial de tu sonrisa.
Agua diluida en cada palabra,
en cada beso… da sentido a mi vida.
Recuerdo épocas vividas
la flor suspendida en tu mano,
tus ríos mojan mis sueños,
tu seno me acuna en la pleamar de goces,
en limbo de recuerdos.
Sombra bordada de pájaros
exhaustas alas de suspiros
donde dormimos.
Estrella de mar… océano.
Colmadora de mi sed impaciente,
cumplida promesa de poseer tu aroma;
vuelvo a ser quien escribe a tus orillas.
Eres mi mar, mi bahía, mi musgo y mi pan.