Gabriel Sánchez Andraca
HACE OCHENA Y SEIS AÑOS, NUESTRO PAIS vivía una situación parecida a la que hoy vivimos: el sector conservador estaba enojado con el presidente Lázaro Cárdenas, porque en su gobierno subieron al primer plano de la atención gubernamental, los obreros, los campesinos y las gentes de las clases medias populares, algo inaceptable para quienes durante el porfiriato habían sido los consentidos del régimen.
Obreros, campesinos y clases medias, por primera vez tenían derechos a un salario digno, a una jornada de ocho horas, los campesinos trabajaban sus parcelas ejidales y pequeñas propiedades, surgidas del reparto agrario de las grandes extensiones de las haciendas que acaparaban las llamadas clases altas y las clases medias empezaron a tener acceso a la educación gratuita y a la atención médica.
Como muchos patrones se negaban a otorgar los derechos que establecía la ley federal del Trabajo, estallaron muchas huelgas que colocaban banderas rojinegras en sus centros de trabajo y hacían manifestaciones de protesta, portando ese símbolo universal de huelga.
La derecha de entonces, como la de hoy, inventaba cosas; Se dijo que el gobierno quería sustituir el símbolo tricolor, por la bandera rojinegra y para “desagravias al símbolo patrio”, se convocó a rendirle un gran homenaje al símbolo de la nacionalidad mexicana.
Puebla fue una de las primeras ciudades que se sumaron a la convocatoria, de la oposición anti cardenista. Se formó un comité popular para organizar el homenaje, en el que hubo un trabajador independiente y otros elementos de clase media y nos dicen que el acto, uno de los primeros que se llevaron a cabo en el país, el 24 de febrero de 1936, fue todo un éxito.
UNA MULTITUD PARTIO DEL PASEO BRAVO hacía el zócalo, recorriendo toda la Avenida Reforma en medio de una valla multitudinaria y desde los balcones de los edificios se lanzaban flores al enorme lienzo tricolor, que más de una decena personas llevaba desplegada a todo lo largo.
Hubo necesidad de parar varias veces la marcha, porque el peso de las flores que las mujeres lanzaban desde los balcones era demasiado pesado.
Las campanas de los templos cercanos al zócalo fueron echadas a vuelo y al llegar al zócalo, las campanas de la catedral se unieron al festejo.
Conocimos, cuando llegamos a Puebla, a personas que habían vivido esa experiencia, que les parecía inolvidable.
Pasaron algunos años y ya en el gobierno de Avila Camacho, el día de la Bandera, se oficializó y eso borró por completo el origen derechista del festejo, que en realidad era un acto de protesta contra el régimen revolucionario de uno de los mejores presidentes que ha tenido nuestro país.
AYER EL ACTO OFICIAL EFECTUADO EN LA Escuela Militar de Sargentos estuvo presidido por el gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta, quien fue uno de los oradores del acto, junto con el secretario de Educación Pública del Estado, el doctor Melitón Lozano y el general Alfredo González Rodríguez, comandante de la VI región militar.
Los tres oradores hablaron de la importancia que nuestro símbolo patrio tiene, para mantener la unidad de los mexicanos y seguir luchando para lograr abatir la corrupción, la delincuencia, y los privilegios de unos cuantos, para terminar con la enorme desigualdad social que aun prevalece en el país y para impulsar el desarrollo-
Se habló de los tres grandes movimientos sociales que ha habido en nuestro país: la Independencia, la Reforma y la Revolución y ahora se agrega, se dijo, la Cuarta Transformación que lleva a cabo un gobierno que ha sido designado por el pueblo en forma legal y legítima.
El gobernador abanderó a cincuenta escoltas de otras tantas instituciones educativas de Puebla.
AL ACTO ASISTIERON EL PRESIDENTE DEL TRIBUNAL Superior de Justicia, el presidente del Congreso del Estado, el comandante de la XXV Zona Militar, el Procurador de Justicia y otros altos funcionarios estatales.