Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Esta mañana lo dijo en Naciones Unidas, con todas sus letras el jefe del ejecutivo mexicano, Andrés Manuel López Obrador:
“Se debe acabar con la corrupción, porque es el principal problema del mundo”.
Y los licenciados Arnulfo R. Gómez y Ramón Ojeda Mestre nos hablan sobre la descomposición.
Compartimos primero al general Ojeda Mestre.
“Digamos, en voz muy bajita y ronroneante, quasi lasciva, que hay varios tipos de corrupción: la primera es cuando un particular le ofrece algo a un funcionario a cambio de que se aparte de la legalidad para beneficiarlo.
La segunda es cuando es el servidor público quien le solicita o propone al particular una dádiva o algo, a cambio de que le otorgue algo ilícito o legal con agilidad o extensión favorable.
Do ut des, diría el derecho romano, pero también hay corrupción si en una empresa un empleado o funcionario solicita algo a cambio de una actividad de su función sin informarle o entregarlo al patrón.
Y muchas otras por omisión, por acción, por colusión o por concusión (Cod. Penal Federal. Art. 218,
Comete el delito de concusión el servidor público que con el carácter de tal y a título de impuesto o contribución, recargo, renta, rédito, salario o emolumento, exija, por sí o por medio de otro, dinero, valores, servicios o cualquiera otra cosa que sepa no ser debida, o en mayor cantidad que la señalada por la Ley).
«Do ut des» (te doy para que me des); «do ut facias» (te doy para que me hagas); «facio ut des» (te hago para que me des), y «facio ut facias» (te hago para que me hagas) y hasta el famoso “quid pro quo”.
Las causas esenciales del atraso y declive de México ya son históricas. La corrupción, el desorden, la ignorancia educativa y el debilitamiento mental colectivo por el alcoholismo, la desnutrición y la televización y el apoltronamiento, crónicos, se han potencializado con la pandemia y la crisis económica mundial que padecemos lerda y lentamente.
Es verdad que ya cumplimos doscientos años con estos filos estructurales, pero en estos cien últimos años, terroríficos, el empobrecimiento brutal del grueso de la población, la dependencia externa y la criminalidad rampante, nos han colocado en lo que la doctrina militar llama “la línea de máximo repliegue”.
En 1921, el profesor rural Álvaro Obregón Salido, ya como General y presidente de la República, afrontaba su realidad con un gabinete de utilería y pacotilla que incluía a Plutarco Elías Calles, a Alberto J. Pani, a José Vasconcelos, a Adolfo de la Huerta, a Francisco. R. Serrano y a Pascual Ortiz Rubio entre otros sustituibles de menor talla.
Firmó los Tratados de Bucareli en 1923 y terminó su existencia como presidente reelecto asesinado en la Bombilla.
En verdad os digo que la corrupción no nació en 1921 ni todo el resto de los lastres purulentos que mencionamos, u otros que usted conoce mejor que yo, pero es un hecho reconocible que se han ido arraigando y calando hasta los rincones más íntimos de la patria.
Hay que ver cómo viven o cómo ostentan y afrentan con dispendio y soberbia esas mujeres y hombres corruptos de esta “dedocracia hereditaria” municipal, estatal y federal, ejecutiva, legislativa y judicial, que nos han endilgado.
No inventamos en México el nepotismo, el juniorismo, el cacicazgo o la juanitización en la política, las empresas privadas y el gobierno, ¿y? da lo mismo, aunque los hayamos importado, tienen enferma a esta lacerada nación nuestra, que ya no puede más.
En 1639 se doctoró en Derecho Civil y en Derecho Canónico quien llegaría a ser el Papa Inocencio XI cuando tenía 65 años.
Cuando tenía cinco de edad Benedetto Giulio Odescalchi, que era su nombre original, murieron Shakespeare y Miguel de Cervantes Saavedra.
El día de su elección, se negó a que se le rindieran honores, llegando a prohibir la cena fastuosa que le estaban preparando y dando la orden de donar a los pobres todo el dinero previsto para la grande bouffe.
Se negó a recurrir al sastre para que le confeccionase un nuevo uniforme papal, aduciendo que el de su antecesor le serviría de igual modo. Inútil fueron las demandas del clero de solicitarle hacerse un conjunto nuevo…ya que, el papa predecesor era de más baja estatura que él, y el pantalón ajustaba la valenciana por encima de sus tobillos, a lo que el flamante Papa respondió: «No está roto y seré yo el primero en demostrar las nuevas medidas de austeridad para todos los Estados Pontificios». Luego de un tiempo el nepotismo representó un gran problema, debido a su reiterada práctica, por lo que Inocencio XI publicó una bula condenándolo severamente.
Algunos definen como corrupción al fenómeno por medio del cual un funcionario público es impulsado a actuar de modo distinto a los estándares normativos del sistema para favorecer intereses particulares a cambio de una recompensa. Corrupto es, por lo tanto, el comportamiento desviado de aquel que ocupa un papel en la estructura estatal. La corrupción es un modo repugnante de ejercer influencia: influencia ilícita, ilegal e ilegítima. Esta se encuadra con referencia al funcionamiento de un sistema y, en particular, a su modo de tomar decisiones como explica Gianfranco. En «Corrupción» en Norberto Bobbio Diccionario de Ciencia Política.
En el viscoso y tóxico nepotismo, las o los funcionarios reparten cargos, prebendas y comisiones entre sus hijos, parientes y amigos cercanos, los funcionarios contratan ellos mismos o con sus allegados, a través de empresas ficticias, «socios» o «asesores».
El nepotismo ha llegado a extremos de burdo cinismo en los municipios, al grado de meter a los hijos de “aviadores”, es decir, a cobrar sin trabajar y a recibir prestaciones y antigüedad en posiciones que otros mexicanos deberían ocupar. Con ese tipo de nepotismo también se daña a la familia pues llevan la corrupción al núcleo fundamental, haciendo cómplices a todos los demás integrantes que se enteran y solapan o se refocilan, creando además una costumbre de ilicitud promiscua.
El “juniorismo” no es menos grave, es meter a los hijitos o hijitas a cargos o posiciones políticas y gubernamentales, sin tener la trayectoria, la madurez o los méritos para ello, utilizando cómplices o “compadres” en diversas instancias públicas y con escándalo y rabia contenida de la ciudadanía que se siente burlada o violada en sus valores de respeto o republicanismo y dignidad cívicos.
Así, desde hace años se tiene que tragar la píldora de ver y sufrir a los hijos y nietos de gobernadores, siempre vestidos o atildados como mandarincitos refinaditos ostentosos y onerosos que ocupan el cargo de sus antecesores sanguíneos y lo mismo sucede en el poder legislativo federal, Senado y Diputados, que en los congresos locales o, de manera ya inmisericordemente descarada, en las posiciones de impartición de justicia.
En simultaneidad, se van enquistando cacicazgos ruralones o suburbanos, sindicales o regionales y de manera evidente en los “partidos” políticos como se ha restregado y regodeado en la actualidad y contemporaneidad.
El cacicazgo es una forma de putrefacción del sistema de representatividad o de integración democrática de los componentes sociales, viciando la horizontalización territorial con un archipiélago de cotos de poder en veces omnímodo con truhanes de horca y cuchillo. Caciquillos de ranchos, haciendas, pueblos completos, municipios y estados. La Institución del Cacicazgo. fue creada por la Corona española dentro de las Leyes de India que estableció, entre otras cosas, que cualquier autoridad indígena sea denominada «cacique» (Real Cédula del 26 de febrero de 1538) sin importar diferencias culturales o lingüísticas. También se prohibía llamar «señor» a cualquier jefe indígena.
Pese a que la modernidad, los medios de comunicación tradicionales, las redes sociales y las vías de comunicación terrestres, aéreas, marítimas o fluviales, han ampliado sensiblemente su entramado, la imparable depauperación o proletarización económica y cultural ha integrado un campo de cultivo ubérrimo para esas pústulas atávicas, sobre todo en los estados peninsulares y en las regiones de mayor concentración indígena como Guerrero, Chiapas, Oaxaca, Veracruz y Edomex.
El fenómeno de “las juanitas” se ha convertido ya en un placebo vergonzoso y cada vez más socorrido en estas “dedocracias hereditarias” con una regresión contristante o enardecedora. Esta desviación consiste en poner a las parejas, amigos o valedores, a ocupar los cargos que en realidad van a ejercer los parientes empoderados y que por causas de las leyes o de las circunstancias jurídicas o sociales, no se pudieron incrustar abiertamente y entonces se disfrazan y así ad nauseam.
Todas estas patologías de la política, del gobierno, de la administración y la vida societaria, nos han colocado en el umbral del autoritarismo, del fascismo, de la militarización o del dominio extranjero y no deben tolerarse más. Los legisladores, los medios de comunicación, los dirigentes sociales auténticos y la comunidad académica, deben analizar esto con ejemplos y datos concretos para extirpar los tumores y su proclividad por la vía de las leyes, la información, la cultura y el liderazgo genuinos. Usted decide, yo cumplo con chillar.
Y de lo contrario a la integridad, nos ofrece datos el economista, maestro de la Universidad Anahuac, don Arnulfo R. Gómez sobre 101 años de corrupción.
México ha padecido 101 años de corrupción generada por la institucionalización del dedazo, misma que, impulsada desde los años 20 del Siglo XX, en que los altos puestos de la administración pública.
Mayormente han sido ocupados por cualquier persona, sin tener los conocimientos y la experiencia que se requiere para realizar una labor que rinda resultados en beneficio de la sociedad.
Lo más sorprendente es que, en nuestro país, las personas que iniciaron este proceso tan nocivo y depredador, fueron Alvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Joaquín Amaro.
Después permeó en todos los niveles de la burocracia que generalizó la corrupción en toda la sociedad.
Los mencionados son considerados héroes nacionales, tal vez porque se les ve como un emblema y prototipo de funcionarios corruptos.
En este caso, hago referencia específica a Plutarco Elías Calles, supuesto institucionalizar y creador del México moderno, mismo que cada día padecemos más intensamente a través de la terrible corrupción que Calles mismo estableció “modernizando al país”.
A continuación, remito información sobre el Servicio Civil de Carrera que el General de División Arnulfo R. Gómez propuso, en 1927, como una forma de prevenir la corrupción en la burocracia mexicana.
El objetivo final de lograr una administración pública reducida, eficiente, profesional, especializada y bien pagada, que estuviera exenta de actos de corrupción para que fortaleciera a las instituciones públicas y las hiciera más eficientes y eficaces.
Esta idea formaba parte de una larga serie de planteamientos que el General Gómez publicó en su libro Estudios Militares, el 15 de enero de 1926.
Después de su viaje de estudios a las principales academias e instituciones militares, en Estados Unidos y Europa, analizó a los 6 ejércitos más modernos y poderosos de la época.
Incluía numerosas propuestas para la reestructuración, capacitación y modernización del Ejercito Nacional Mexicano, como base la creación de la Escuela Superior de Guerra.
Independientemente de que muchas de sus propuestas iban más allá de las funciones sustantivas del Instituto Armado e incluían aspectos que incidían muy positivamente en la vida económica, social y política del país como es el caso del Servicio Civil de Carrera.
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