EN LAS NUBES. Ahí estará en breve el mañanero

 

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

El Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México recuerda el 24 de octubre como el día de la ONU.

Agradecemos al abogado Jorge Alberto Ravelo Reyes nos proporcione el Diario Oficial de la Federación, que edita la secretaría de Gobernación.

Y confirmarnos que, tal como lo dijo el presidente, será huésped orador de honor en Naciones Unidas, el día nueve de noviembre.

“En 1919, tras la terminación de la Primera Guerra Mundial se creó la Sociedad de Naciones, un organismo multinacional que tuvo como objetivo impulsar la cooperación y la paz mundial.

No obstante, las condiciones geopolíticas, militares e ideológicas dieron lugar, dos décadas después, a la Segunda Guerra Mundial.

Los efectos de ambas conflagraciones pusieron de manifiesto la necesidad de establecer una institución que evitara un nuevo enfrentamiento bélico.

El 1 de enero de 1942, el presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, el primer ministro de Gran Bretaña, Winston Churchill, el ministro de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética, Maxim Litvinov, y T. V. Soong, ministro de Asuntos Exteriores de China, firmaron un documento conocido como la Declaración de las Naciones Unidas.

Pronto se adhirieron otros gobiernos, entre ellos el de México.

En febrero de 1945, cuando aún no finalizaba la guerra, los líderes de las tres grandes potencias que encabezaban a los aliados, el presidente Roosevelt, el premier soviético José Stalin y el primer ministro británico Winston Churchill, anunciaron en la ciudad ucraniana de Yalta la convocatoria para realizar la conferencia que daría origen a un organismo multinacional, cuyo objetivo sería garantizar la paz mundial.

Entre abril y junio de 1945 se llevaron a cabo, en San Francisco, California, Estados Unidos, las conferencias a las que asistieron representantes de cincuenta países, cuya resolución fue la Carta de las Naciones Unidas.

Los delegados tomaron como base los puntos manifestados por los comisionados de Estados Unidos, Unión Soviética, Gran Bretaña y China.

Fue firmada el 26 de junio de 1945.

En aquel momento, Ezequiel Padilla fungió como representante mexicano, en calidad de secretario de Relaciones Exteriores.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) inició oficialmente a partir del 24 de octubre de 1945, con el propósito de conservar la paz a través de la cooperación y la seguridad internacionales. (Por esta razón, cada 24 de octubre se celebra el día de las Naciones Unidas por parte de los países integrantes de la organización).

La ONU basa su existencia en el cumplimiento de sus objetivos esenciales:

Impulsar el mantenimiento de la paz, la seguridad y la asistencia humanitaria.

Promover las relaciones de amistad entre las naciones, sustentadas en la igualdad de derechos y en la libre determinación de los pueblos, un principio defendido en México desde la presidencia de Benito Juárez, reiterada por Venustiano Carranza durante la Revolución mexicana.

Asimismo, participar en la resolución de problemas internacionales, tanto de índole económica como de carácter social, cultural y humanitario, y actuar como eje organizador de los estados miembros para alcanzar estos propósitos.

Desde su fundación, la ONU ha diversificado sus funciones para mediar en conflictos internacionales.

En el control de la producción de armas químicas y nucleares.

En las políticas de desarme, la seguridad internacional, el combate contra el terrorismo, la protección y defensa de los derechos humanos.

En la lucha contra el racismo y la discriminación, los derechos de las mujeres, la igualdad y la equidad de género.

En la protección de la infancia en materia de educación, trata y explotación sexual infantil, así como la prohibición contra las peores formas de trabajo infantil.

Y otros temas internacionales de índole pacifista, diplomática, política, económica, ambiental, humanitaria y cultural.

A propósito don Fernando Alberto Irala Burgos, nos recuerda en su artículo concatenaciones que después de la pandemia, la crisis nos amenaza.

Creemos que no se ha ido el Covid, y probablemente tardará todavía mucho tiempo en desvanecerse, pero la crisis económica derivada de los trastornos que introdujo ya está aquí y sus efectos son evidentes.

En realidad, desde los primeros momentos todo el aparato productivo sufrió los embates por las medidas tomadas ante la epidemia.

Fuera de una élite muy reducida, dentro de la cual se cuentan las familias de grandes fortunas, pero también los empleados de la burocracia, los de grandes empresas y aquéllos que por su especialidad pudieron seguir trabajando desde casa y mantener su ingreso a salvo, el resto de la población sufrió de inmediato la angustia económica.

Tal fue el caso de pequeños empresarios cuyas actividades se declararon no indispensables, comerciantes, restauranteros y turisteros, transportistas, músicos, sólo por citar los primeros gremios que vienen a la mente.

Ahora, que aparentemente nos aproximamos a una nueva normalidad, la actividad se aproxima a lo que era antes de la pandemia, pero las cicatrices se notan en la economía.

Así, se ha incrementado la producción, pero en el caso de México, el crecimiento se ha estancado nuevamente cuando apenas alcanzaba las cifras de hace un trienio; el empleo también ha aumentado, pero igualmente no se recuperan ni los números anteriores ni los niveles salariales, pues los nuevos empleos no todos son permanentes y casi todos son mal pagados.

Otros males se advierten ya. La inflación, controlada en los últimos decenios, se ha vuelto a descontrolar; apenas va en el doble del porcentaje previsto, pero nadie atina a aplicar medidas efectivas de contención.

En el mundo hay un desbarajuste creciente. Ante la reactivación de la producción y el comercio internacional ahora hay escasez de insumos, básicamente los microchips, que son ya elementos indispensables en la fabricación de automóviles y de cualquier aparato; se han disparado los costos de fletes y suben sin parar los energéticos, el petróleo, el gas, la gasolina y la electricidad.

Todo ello generará aún mayores presiones inflacionarias y otros efectos de rebote. Y en todo ello, lo peor está por venir.

Seamos mejor optimistas.

craveloygalindo@gmail.com