El próximo 15 de octubre, Eduardo Rivera Pérez comenzará, por segunda ocasión, un gobierno municipal en Puebla con el bono democrático más alto que se pueda recordar, pues consiguió el triunfo en las urnas con alrededor de 20 puntos de diferencia, así como haber tenido el cobijo de cinco partidos a su candidatura, incluyendo el PRI.
Podría suponerse que, en muchos sentidos, la suya será una administración plural. Con funcionarios de distintas filiaciones partidistas.
Ciertamente, recibe un escenario social con una ciudad y ciudadanos carentes y también molestos por los pobres resultados del gobierno que concluye, un gobierno encabezado por Claudia Riveras, uno de los peores de los que se tenga memoria.
Todo esto lleva a que la expectativa de los poblanos y poblanas y la ventana de oportunidad de él, para cumplirla, son altísimas.
Para cumplir la misma, se sabe que dentro del equipo del próximo presidente municipal, ya se están construyendo las acciones que se realizarán de manera inmediata, para que los poblanos puedan ver los resultados antes incluso de que termine este año. La tarea resulta titánica, pero es del mismo tamaño de las expectativas de la población.
Sin embargo, el apoyo que ha recibido de partidos y personajes tiene un riesgoso doble filo.
En los últimos días se ha visto cómo varios actores reclaman una cuota de cargos en el Ayuntamiento.
Lo mismo del PAN, del PRI y de los partidos de la chiquillada. Genoveva Huerta, la dirigente indígena del PAN poblano, incluso ha filtrado que existe firmada una carta-compromiso en ese sentido. Eduardo Rivera Pérez ha sabido mantenerse firme, hasta ahora.
De igual forma, ha sabido mantener la cortesía con quienes encabezaron el respaldo inédito de cinco partidos a su candidatura.
La repartición de posiciones, en el bosquejo de su equipo, hasta ahora no ha puesto en riesgo los encargos más delicados y relevantes.
Así como hubo talento para construir la candidatura común para las urnas, ha habido mesura para cumplir compromisos, sin entregar el poder. Ese que nunca debe, realmente, compartirse. Finalmente, Rivera Pérez es quién decide y quién define, nadie más. Incluso por encima de las presiones.
Ese gran bono democrático con el que arrancará su gestión va a ser también un sustento muy sólido para tomar decisiones complicadas. Lo legitima desde el primer momento. Tendrá que hace la revisión de los yerros y hasta los presuntos delitos que se han cometido en la administración que sale.
Si sabe aprovechar ese bono democrático, su gobierno se vendrá fortaleciendo día con día. De otro modo, también en el corto plazo podría convertirse en el mayor argumento de los ciudadanos para exigirle acciones y cuentas.
La expectativa es tan alta, que la paciencia será breve, como el tiempo, para que comiencen a verse los resultados.
Sobre todo, porque él, que regresa al Palacio del Ayuntamiento, ya no debe cursar completa la curva de aprendizaje.
Después del triste ejercicio en el gobierno municipal de Claudia Rivera Vivanco, han cambiado las cosas en Puebla capital. Las poblanas y los poblanos somos más críticos.
Más allá de telenovelas mediáticas o columnas ficción, por eso ganó Eduardo Rivera con tanta contundencia. Pero también, es previsible, que los ciudadanos sean menos tolerantes a las fallas.
El bono respalda y legitima.