Independientemente de cuál será el resultado que arrojen las urnas, es muy previsible que la próxima legislatura de la Cámara de Diputados, junto con el Senado, que tendrá la misma alineación que llegó en 2018, con mayoría de Morena, realicé una reforma política-electoral a modo del actual régimen lopezobradorista.
Incluso, todavía no se puede descartar que el Presidente de la República conserve su aplanadora legislativa.
Por las mediciones que se presentan cerradas en algunos estados y en algunos de los 300 distritos electorales del país, tampoco en este momento se podría descartar que la alianza opositora Va por México, del PRI, PAN y PRD, consiga menguar la fuerza de Andrés Manuel López Obrador y sus bancadas en San Lázaro.
Es bancadas en plural, porque no solamente es la de Morena, sino las aliadas y las satélites.
Al menos en lo que respecta a la elección federal, hay incertidumbre sobre lo que pueda ocurrir tras la jornada del 6 de junio. Especialmente la hay en Puebla, en donde los pronósticos son muy distintos en la capital y su zona conurbada, que en el resto de la entidad.
Pero en cualquier escenario, el lopezobradorismo va a impulsar esa nueva reforma.
Recordemos que la última de gran calado se dio en 2014. Ese año, entre otras cosas, se aprobó la paridad de género, es decir, mitad de las candidaturas para mujeres, como obligación. También se avaló la elección consecutiva en ayuntamientos, hasta para un período inmediato más, para sumar hasta seis años en el cargo. En tanto que, en el terreno legislativo, la posibilidad es hasta por tres períodos más, para reunir cuatro al hilo, 12 años en la curul.
Hoy en día, pareciera que la reelección, como le llamamos coloquialmente, no le ha venido bien a ningún partido. No fue “tan buena idea” en México. En muchos casos, los dirigentes partidistas quedaron atados de manos y obligados a postular a los legisladores, locales y federales, que están en ejercicio. Eso, sin importar si tenían o no simpatías o buenos números. Es más, sin importar si realmente habían trabajado. En casi todos los institutos, las reglas internas partidistas privilegiaron la nueva postulación del que ya estaba en el cargo. Igual ocurrió en la mayoría de las alcaldías. Puebla es un buen ejemplo de ello.
Al final de cuentas, se cumplió primero con el compromiso partidista, antes que mirar la conveniencia hacia los ciudadanos.
La reelección, en la proyección de los reformadores, se concibió como la posibilidad de que diputados y funcionarios en ejercicio aprovecharan la experiencia. La profesionalización del quehacer legislativo y del ejercicio público estaba en el espíritu de la reelección, en este país. Pero hemos visto que no es así, en la mayoría de los casos.
Muchos de los legisladores federales y locales que están buscando la reelección, en realidad casi no aportaron. No vamos a personalizar, pero ya todo mundo los conoce en Puebla.
La elección consecutiva, sin duda, va a ser un caso de reflexión en la nueva reforma. La que, incluso, podría ser constitucional. La que deberá estar aprobada en el primer año de la próxima legislatura. Es decir, antes de agosto de 2022.
Es probable que el tema de la reelección de alcaldes, también se replanteará.
Pero el lopezobradorismo quiere ir más a fondo y modificar la independencia de los órganos electorales.
De sobra lo ha manifestado, al descalificar al árbitro, el INE. Pero también busca a meter mano en los Organismos Públicos Locales Electorales (OPLEs); Institutos y tribunales electorales de los estados.
Cíclicamente, ha ocurrido que, tras una elección, venga siempre una reforma, a veces para hacer cambios efectivamente necesarios a las reglas. En otras ocasiones para complacer al derrotado, como en 2006. Esta vez, es previsible que será para que el régimen se autocomplazca.
De ahí que muchos han llamado a votar, más que al rechazo del lopezobradorismo en sí, a generarle contrapesos en el Poder Legislativo.
Por supuesto, López Obrador quiere el poder absoluto y para ello requiere de la mayoría calificada porque así podría modificar a su antojo la Carta Magna.
Cuando uno reflexiona, encuentra que hay mucho en juego.