El proceso electoral más grande de la historia está por llegar a su fin, culminando el 6 de junio, día en que los ciudadanos saldremos a las urnas a darle un voto de confianza al actual régimen o, de lo contrario, a castigarlo.
Ha sido un proceso atípico, pues n o solo ha sido el más grande sino se ha convertido ya en el más violento de la historia. 88 candidatos han sido asesinados en todo el país, de los cuales 4 han sido en Puebla.
Las redes sociales han jugado un papel primordial, donde hay candidatos que van desde el ridículo hasta quienes las usan como sus principales armas para pedir el voto a los ciudadanos.
Hemos visto a la oposición y al partido en el poder pelearse por el voto de los ciudadanos; si esto es con lo que contamos, la suerte está echada, ya ganó AMLO. Pero, probablemente, no toda la suerte está echada.
Y es que en todo este proceso electoral, algunos de los candidatos empiezan a asomar la cabeza con propuestas que implican una revisión de las perspectivas.
Pero, la mayoría apuesta a que la gente esté harta de la 4T y la rechace. Eso no va a suceder. No porque la gente esté conforme con los resultados. Simplemente porque no ve en el panorama a nadie que la represente.
La miseria de la oposición aparece cuando se pretende convencer a la gente de que las políticas de AMLO les perjudican. Pero, lo cierto y lamentable, es que hasta ahora no han aprendido nada.
La narrativa dominante no va a cambiar porque el PIB del primer trimestre haya caído en 2.9 por ciento respecto al año pasado. O porque la comparación de la IED que presenta el Banxico tenga un retroceso de 29 por ciento.
La gente no saca su calculadora para definir su voto, por más que algunos quieran. Ese sale del corazón, y la mayoría de los opositores eso no lo entiende. Sigue confrontando evidencias racionales con emociones. Ya perdió.
No hay que apelar a los “carnales”, ni hablarles en un lenguaje de subnormales. Eso es un insulto.
Simplemente hay que presentar los argumentos con elocuencia y tratar de persuadir.
Tal vez en Nuevo León ya la 4T no convenza, pero sí en muchos lugares del país.
El mejor de los escenarios para todas las otras fuerzas políticas es que la 4T, es decir, Morena más el PT y el Verde, ya no sumen más de 50 por ciento.
Casi nadie duda de que el conjunto de fuerzas de la 4T será, en el peor de los casos, la “minoría mayoritaria”.
El desafío de los últimos días de campaña para la alianza opositora es convencer a mucha gente de que, al margen de las diferencias entre el PRI, el PAN y el PRD, hay una coincidencia plena, que es tratar de evitar que el gobierno de AMLO se consolide como el régimen de un solo hombre, que ya lo es.
El gran fracaso de la oposición, hasta ahora, es no lograr comunicar ese desafío, el cual es por demás importante.
En este momento, son secundarias las temáticas en las que disienten los partidos que forman la alianza opositora. AMLO sigue apareciendo para muchos como el redentor, tras un periodo largo de explotación del poder por los poderes fácticos.
No se ha logrado comunicar que el tema de fondo es que en el futuro, incluso en el mediano plazo, tengamos un sistema democrático, en el que sea factible definir si la población mexicana se inclina por una o por otra de las propuestas, sea la de AMLO o cualquier otra, pero que tengamos la libertad de hacerlo.
El riesgo es que en el futuro ya no haya esa posibilidad. Tan simple como eso. Y, en eso consiste el voto del 6 de junio.