Carlos Ravelo Galindo, afirma:
El Proyecto Templo Mayor fue único en la historia de la arqueología, y nos lo explica el filólogo José Antonio Aspiros Villagómez que saluda con afecto a don Eduardo Matos Moctezuma en su aniversario natal.
Nos dice, además:
“Y yo, soy chilango «de sepa», no de cepa, porque nací en el Distrito Federal pero no se sabe (¡sepa!) a qué raza pertenezco: creo que soy una mezcolanza de otomí, chichimeca, zapoteca, purépecha, castellano y vasco de Navarra.
Digamos mejor, que simplemente soy mexicano. Salud. JAA”
Sí, respondemos, salud, pero a la una con una. Nada más.
En agosto de 1990 entrevistamos al maestro Eduardo Matos Moctezuma en una pequeña oficina del Museo del Templo Mayor.
El tema fue el bicentenario de la arqueología en México, una ciencia nacida en 1790 cuando en el territorio existía el virreinato de Nueva España.
Fue una sesión de al menos dos horas (conservamos la grabación), durante la cual y para su asombro obsequiamos al antropólogo nuestro libro El gran reportaje de los mayas (Editorial Posada). La entrevista se resistía a terminar.
Así lo indican las últimas preguntas que, como todo lo antes divulgado en esta serie, obtuvieron respuestas amplias, claras, corteses y pacientes, y fue publicado por la revista bimestral En Todamérica, con la parte final incluida en la edición 266-267, de marzo-abril de 1991:
-Una última pregunta: ¿los trabajos de investigación en el Templo Mayor y su área, todavía no están terminados? ¿Se sigue buscando algo específico o se sigue trabajando sobre qué proyecto?
-Sí. El Proyecto que tú conociste, porque tú estuviste al tanto y dando a conocer lo que aquí iba saliendo allá por los años 78, 79, 80, esa etapa de la excavación obviamente ya culminó, ya se terminó, pero actualmente estamos en la interpretación de los materiales que se obtuvieron.
Entonces un grupo de investigadores bajo mi coordinación precisamente, analizan, estudian, muchos aspectos de lo que se encontró aquí.
Quiero mencionarte que en este momento han salido ya varios libros sobre el Templo Mayor.
Por ejemplo, hay más de 150 fichas bibliográficas ya escritas sobre el Templo Mayor por diversos investigadores no sólo del Instituto de Antropología, no sólo de nuestras gentes, sino también del extranjero en donde se despertó un interés enorme a raíz de las excavaciones.
Creo que ningún proyecto, ahora sí que, en toda la historia de la arqueología, ha provocado en un momento dado tanto interés en el sentido que se refleja en estas publicaciones que te digo de especialistas tanto extranjeros como nacionales a partir de las excavaciones.
Pero te quería comentar que están por salir para unirse a esas 150 fichas… han salido ya dos trabajos de investigadores nuestros y van a salir cuatro trabajos más.
Yo creo que dentro de un mes (septiembre de 1990) ya tenemos dos más de ellos y los otros dos quizá por octubre.
Son trabajos que tratan del análisis del material óseo, por ejemplo, escrito por el antropólogo físico Juan Román; toda una interpretación de las ofrendas dedicadas a Tlaloc.
Se trata del estudio de las máscaras de Mezcala escrito por los arqueólogos Carlos González y Bertín Olmedo, todo un análisis de estas máscaras que fue aquí en el Templo Mayor donde se encontró la mejor colección de ellas; son máscaras que proceden del área de Guerrero, que era tributaria de Tenochtitlan.
Otro de los estudios que va a salir es muy interesante, escrito por biólogos del Instituto de Antropología y del Politécnico Nacional.
Es sobre la interpretación de los restos de animales que se encontraron en las ofrendas, que fue una presencia masiva sobre todo de una fauna marina de la costa…
-Me gustaría saber una última cosa: si de los arqueólogos dependiera, ¿seguirían excavando?
-Es que hay una cosa: todo depende del programa, del universo de estudio que te hayas planteado.
Nuestro universo de estudio era el Templo Mayor y a lo mucho sus edificios aledaños, inmediatos a él.
O sea, ese contexto del Templo Mayor que era todo un mundo para poder penetrar en él, investigar, donde se encuentran elementos o datos tanto económicos como políticos, religiosos, etcétera, dentro de eso que llamamos Templo Mayor.
Ese era nuestro universo, es decir, una vez cubierto eso, ya en estudio, ya publicados muchos de los elementos y demás, pues ya, o sea nuestro planteamiento no es estudiar el recinto ceremonial de Tenochtitlan, es estudiar el Templo Mayor.
Una vez culminado, ahora trabajamos, pero en otros lugares; está por ejemplo el arqueólogo Carlos González que dirige la excavación en Xochimilco, todo un sistema de chinampas y de habitaciones que hay allí, prehispánicas.
Están el antropólogo Juan Román y el arqueólogo Salvador Guillén, por ejemplo, trabajan materiales de Tlatelolco que se excavaron desde los 87, 88 y 89. Trabajamos otros lugares que nos van a servir como elemento comparativo con el Templo Mayor, desde luego.
(En 1991 fue creado el Programa de Arqueología Urbana, merced al cual ha sido posible rescatar más vestigios sin afectar edificios, como por ejemplo el Centro Cultural de España en México, donde se excavó el subsuelo para descubrir el Calmécac -un colegio mexica para la élite- y ahora hay en ese sótano un museo de sitio arriba de un nuevo estacionamiento).
-A propósito de Tlatelolco, León y Gama especula que allí podrían haberse escondido el tesoro de Moctezuma y todo lo de valor que cargaron los españoles durante su huida, pero ya se excavó.
¿Qué hubo de eso?
-Bueno, hay una cosa que es muy importante: siempre se ha hablado del famoso tesoro de Moctezuma y demás.
Yo creo que los españoles se encargaron en mucho de que la parte del llamado “tesoro”, por lo menos lo correspondiente al oro, yo creo que hicieron buen… o mal uso de él.
Lo otro, que deben haber sido mantas muy ricas, grandes representaciones en plumas, por ejemplo, estos mosaicos magníficos de plumería, de ese trabajo tan estupendo que hicieron los trabajadores de la pluma, todo eso se debe haber destruido ya con el paso del tiempo.
Entonces, yo creo que en realidad, ya después de la conquista, pues se perdió eso, o como se dice en otros lados, se arrojó al lago, o lo que sea, pero no hay evidencias de tal tesoro.
-O sea que está totalmente desaparecido…
¡Sí!
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