Después de todo el circo y las constantes violaciones a la Ley Electoral por parte de Morena y sus aliados, así como del Frente Opositor, ha comenzado formalmente en nuestro país el periodo electoral federal.
La realidad es que el proceso inició, de manera ilegal, desde 2021, cuando el propio presidente López Obrador dio el banderazo de salida a su partido y sus “corcholatas”, para que iniciaran el camino para hacerse de la candidatura presidencial.
Pero, por fechas legales que marca el INE, ya podemos decir que estamos en el camino de la realización del proceso electoral más grandes y complejo de la historia moderna que ha vivido México.
Y es que, a pesar de que toda la atención se ha puesto en las elecciones presidenciales, y la elección de quienes encabezarán a las dos principales fuerzas políticas, no debemos de olvidar que también se renuevan las dos cámaras del Congreso y se eligen nueve gobernadores, incluyendo el Gobierno de la Ciudad de México.
Además de esto, en 31 de los 32 estados del país se renuevan los congresos locales y en 30 estados hay elecciones de alcaldes. Lo anterior, representa un total de 10 mil 263 cargos públicos los que habrán de renovarse.
Esto significa que se trata de uno de los cambios de poderes más grandes de la historia por la realización de elecciones concurrentes. Pero, además de su dimensión, algo fundamental será su complejidad.
A diferencia de 2024, en los comicios celebrados en 2018, en buena medida se tenía anticipado el resultado de la elección presidencial. Básicamente, todas las casas encuestadoras serias, unas con más diferencia, otras con menos, daban como triunfador al actual presidente López Obrador, siempre fue así.
Desde varios meses previos, no había duda de quien ganaría ese proceso electoral. Quizá la única sorpresa fue el gran margen con el que ganó y el hecho de que, a través de una especie de “ingeniería electoral”, Morena consiguió la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y obtuvo también la mayoría absoluta en la Cámara de Senadores.
En aquella ocasión, los resultados estatales fueron menos favorables para Morena que las elecciones federales. En esa elección, Morena ganó las gubernaturas en la Ciudad de México, Chiapas, Tabasco y Veracruz. En Morelos ganó un aliado suyo, el PES. Pero no logró el triunfo en Jalisco, Guanajuato, Yucatán y Puebla.
Hoy existen circunstancias diferentes en el proceso que ha comenzado. Por un lado, Morena ha consolidado su posición a escala nacional, y gobierna o está por hacerlo, junto con sus aliados, en 23 estados de la República, lo que favorece su perspectiva para las elecciones federales del próximo año. Pero, en contraste, no le favorece el hecho de que no tiene un candidato con el arrastre que tenía ya hace seis años Andrés Manuel López Obrador.
En este proceso electoral, se tendrá una competencia mucho más cerrada, pues la irrupción de Xochitl Galvez, ha prendido las alarmas en Palacio Nacional, pues ya no ven como un día de campo el proceso de 2024.
Y, por lo mismo, es probable que aún en los estados que ganó Morena hace seis años, se presenten al menos en algunos, como Veracruz y CDMX, competencias más intensas.
Morena tiene la mayoría en 23 congresos estatales, por lo que deberán hacer un esfuerzo por retener los que van a estar en juego.
No podemos olvidar que una característica de la competencia electoral que comienza será la propensión del presidente de la República para intervenir en el proceso.
En 2018, el propio AMLO, en su papel de candidato ganador, reconoció que Enrique Peña no intervino en aquellos comicios. Hoy será diferente, con el agravante de que las autoridades electorales que tenemos, especialmente el INE, no tienen la fuerza con la que contaban en el 2018.
Las precampañas de los partidos o coaliciones formalmente comienzan hasta el mes de noviembre y durarán 60 días.
Luego en enero, comenzará el periodo intercampañas, en el que no se puede realizar actividad electoral, y el lunes 4 de marzo del próximo año comenzarán formalmente las campañas electorales cuya duración será de 90 días.