
Una vez más, lamentablemente, la Sierra Norte de Puebla sufre una tragedia que marcará a generaciones. Lo que se pensó sería una lluvia más, de las tantas que ha habido este año, derivó en una verdadera emergencia. No dejó de llover durante al menos dos días y el agua desbordó ríos, rompió laderas, causó avalanchas y sepultó a pueblos enteros bajo el agua.
Los datos son muy duros, pues se han reportado 12 personas fallecidas, 11 desaparecidos, 80 mil damnificados, 38 municipios afectados, 7 puentes caídos y 13 escuelas averiadas. Pero el recuento de los daños, colosales, aún continuaba. Y pasará mucho tiempo antes de que la Sierra Norte pueda recuperarse de este, el enésimo golpe de la naturaleza.
Tanto llovió que, como ha sucedido en el pasado, la presa de Necaxa se desbordó. Los municipios más afectados son: Huauchinango, Xicotepec, Pahuatlán, Juan Galindo, Honey, Tlacuilotepec, Pantepec, Venustiano Carranza, Naupan, Jalpan y Jopala. Todo el fin de semana se viralizaron imágenes que permitieron entender la verdadera magnitud de la tragedia que, como siempre, ha pegado a los que menos tienen.
Muchos perdieron a un ser querido, se quedó sin casa y está sufriendo una situación crítica. Por eso enfurece observar, por un lado, la indiferencia de algunos políticos y autoridades que siguieron sus vidas como si nada estuviera pasando al norte del estado y, por el otro, a auténticas aves carroñeras del oportunismo político que, como acostumbran, no han dejado de lucrar o de sacar algún tipo de ventaja o ganancia en medio del caos.
Hubo alcaldes y hasta empresarios que, indiferentes al sufrimiento colectivo, siguieron con sus programados informes de gobierno y también hubo otros políticos que hicieron todo lo posible por llamar la atención en medio de la desgracia, expresando una solidaridad de dientes para afuera con los damnificados.
Hubo quienes aprovecharon el momento para pedir víveres desde la comodidad de sus lujosas oficinas y residencias, en campañas de publicidad disfrazadas de empatía. Les faltó madurez, civilidad y solidaridad, y les sobró frivolidad y arribismo. No se les vio trasladándose de inmediato a la Sierra Norte para ayudar en lo que fuera en los momentos más complicados, ni siquiera para sacarse la foto o para acompañar a Claudia Sheinbaum y Alejandro Armenta, quienes, en contraste, no tardaron en activar los primeros mecanismos de respuesta.
La presidenta de México y el gobernador de Puebla rápidamente entablaron comunicación constante e instalaron un cuarto de crisis para hacer un primer diagnóstico de los daños y coordinar las primeras acciones de ayuda a los afectados. El mensaje fue claro y no admitió dudas ni dobles interpretaciones: federación y estado, trabajan y trabajarán de la mano ante la emergencia.
En las primeras horas, Armenta se trasladó a Huauchinango y tomó el mando de la operación, en la que los elementos del Ejército, la Marina y Protección Civil fueron fundamentales en las primeras horas de la tragedia. El gobernador escuchó a los damnificados, recorrió algunas de las zonas más afectadas, supervisó la entrega de apoyos en los albergues habilitados, y giró órdenes a su equipo de trabajo para activarse y atender todas las prioridades.
La presidenta Claudia Sheinbaum llegó a Huauchinango para escuchar y atender a los damnificados, se mostró empática y muy cercana a la gente. Se ensució los zapatos y atendió todas las peticiones.
Acompañada en todo momento del gobernador Armenta, Claudia Sheinbaum llevó un poco de tranquilidad y calma a quienes perdieron eso y más, mucho más, en los últimos días.
De La Ceiba, Sheinbaum y Armenta no se fueron hasta garantizar que ya cuentan con una planta de energía y una tratadora de agua para que el nosocomio reinicie actividades con normalidad lo más pronto posible.
Tanto la presidenta como el gobernador han instruido a los integrantes de sus equipos a dar respuestas ágiles, sin burocratismos, y a entender el dolor de la gente que la está pasando muy mal.
Ojalá ellos y ellas, los integrantes clave de los equipos, no se escondan y demuestren de qué están hechos; es en estos momentos de crisis, cuando se mide su verdadero tamaño.
No, no son tiempos para la mezquindad ni para el oportunismo políticos. Tampoco para el lucimiento personal.
Es momento de unir fuerzas, de ser solidarios, de ser empáticos y de aportar algo positivo para una reconstrucción que será lenta, dura y costosa. La política electorera, las ambiciones personales, el hambre de poder, por el momento, pueden esperar.