Martha Elba Castelán Cuspinera. Renacida

Martha Elba Castelán Cuspinera. Con arte y franca sencillez, Martha Elba Castelán Cuspinera, refleja en sus textos la vida, esboza sentimientos o devela los secretos más íntimos del ser humano.

“Es la maravillosa escritora que emociona y te invita a desandar los caminos de la literatura contemporánea” –asegura su maestro Miguel Barroso Hernández.

Destacando en el Taller de Escritura Creativa Miró, con sede en Veracruz; Martha se cuenta entre las mujeres que aman los retos. Y es que escribir, no solo se ha convertido en fuente de poder; también en vehículo para compartir sus experiencias con el mundo.

 

Renacida

Ayer, todo resultaba diferente. Estabas tú y lo resolvías todo. ¡Hoy, nadie puede protegerme! Huele a miedo y el sudor, increíblemente, reseca los poros… Gotas de arena, brotan desde lo alto de la tierra y recuerdo que, bajo la ducha, se nos detenía el tiempo. Era la misma sensación: una fina lluvia enarenando nuestros cuerpos desnudos.

Así, sin ropas, uno de aquellos días, terminé amándote… Luego sobrevino la traición y, ahora, solo necesito pedir auxilio.

¿Hacia dónde voy? ¿Por qué no puedo detenerme?  El eco de mi voz retumba contra las nubes que crecen frondosas en la tierra. ¿Regresaré a caminar sobre el firmamento, nuevamente? –pienso, decepcionada de todo lo que allí dejé.

Eres mía, solo mía… Nada ni nadie te puede arrebatar de mí –grita el Cielo, ¿o Él?

Extiendo las alas como uno de esos albatros que se extinguieron en el paleolítico de esta historia.  El pelaje gris de mis brazos aerodinámicos, roza la piel de otros seres sin amor. ¿Están vivos? El silencio es tormentoso. Toco fondo y el corazón busca fuerzas. Siento angustia en la saliva con que me seco los labios que ya no volverás a besar. ¡Estoy devastada! Me detengo… Bruscamente, caigo.

¡No le temo a la muerte! Quiero rezar, pero no recuerdo una sola oración completa. ¡Estoy confundida…!

“Padre Nuestro que vives en la tierra cuidando a todos los seres del cielo…” Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros al sonoro rugir del cañón…”